Michael Bisping batalló con problemas en uno de sus ojos durante los últimos años de su carrera.
Hace algunos meses, Bisping reveló tener un ojo prostético y se lo quitó durante una entrevista. Básicamente Michael peleó con un solo ojo durante casi cinco años. Tras ser destronado por Georges St-Pierre el 4 de noviembre del 2017, Bisping aceptó pelear con Kelvin Gastelum tres semanas después.
“Perdí con St-Pierre, quien ya sabía que yo estaba ciego de un ojo, y lo atacó. Días después, Anderson Silva dio positivo por esteroides y Kelvin Gastelum necesitaba oponente. Viajé a China después de varios días de fiesta con mis amigos. Él había estado entrenando para la pelea más grande de su vida y yo venía de ser estrangulado unas semanas antes.”
A todas luces parecía una mala decisión aceptar la pelea. Sin embargo la oferta era demasiado jugosa y Bisping decidió tomar la pelea.
“Las condiciones no eran las correctas, pero había mucho dinero sobre la mesa. Y yo entré a este deporte por eso, para darle una mejor vida a mi familia. No diré la cifra, pero era grande, era una cifra enorme, así que fui a China. Escuchen, una cosa es el dinero y otra cosa es el legado. El legado no se puede comprar, así que me arrepiento de haber tomado la pelea con Kelvin porque no debí hacerlo.”
De inmediato quedó de manifiesto en el combate que Bisping había tomado una mala decisión. Michael fue noqueado por Kelvin en tan solo dos minutos y medio.
“Después de la pelea fuimos a una fiesta. Estaba sentado en el club y cada que miraba a mi izquierda veía flashazos de luz. Empecé a entrar en pánico pensando, ‘maldita sea, no puedo creerlo, tengo desprendida la retina en mi ojo bueno.’ Me empecé a poner emocional en el club nocturno. Había bebido un poco y pensaba, ‘mierd4, creo que me voy a quedar ciego.'”
Tras un largo viaje de regreso a California, Bisping fue de inmediato con un doctor. Ahí le explicaron que hay un fluido y millones de fibras que conectan el iris y la retina, mismas que se van separando conforme una persona envejece. Sin embargo en su caso, la conexión había sido dañada por todos los golpes recibidos durante su carrera. Los flashazos de luz que veía, eran fibras que se desprendían de su retina.
“En ese momento se acabó todo. Dije, ‘hasta aquí llegué, se acabó el juego. No me quiero quedar ciego.'”